Se muda a la ciudad de Nueva York en 1968 con su familia. Viven en Queens y el Lower East Side. Se encuentra con otros artistas Latinoamericanos con quien entabla relaciones profesionales y personales. Entre ellos Fernando Botero, Jose Gurevitch, Julio Alpuy, Fanny Sanín, Luis Camnitzer, Liliana Porter, Sonia Dorrego, Susana Perea, Laura Marquez (Paraguay) y otros. En esa época esta serie de artistas hoy reconocidos se reunían en tertulias pero, con la excepción de Botero, no podían conseguir exhibiciones o representación en las galerías, centros culturales, u museos.
Se encuentra viviendo en un momento importante cuando se cuecen distintas corrientes del arte, muy importantes tales como El Pop Art, y crecimiento del Arte Conceptual. También estaba en apogeo del Expresionismo abstracto. Empieza la fusión del arte y la tecnología, sobre todo el video-arte en lugares como el Howard Wise Gallery.
Por fin tuvo encuentros con las obras verdaderas conocido anteriormente a través de los libros y reproducciones en los museos de Nueva York, Filadelfia y el distrito federal de Washington. Allí llega a tener un entendimiento de las medidas de las pinturas, sus esquemas y colores. Llega a ver y profundizar su conocimiento de las las distintas etapas del arte: lo clásico a lo moderno, y se interesa y enfoca su interés en el Dadaismo y el Surrealismo.
Tomó clases de grabado con Ben Bianchi en Parsons School of Design y contó con su apoyo incondicional.
Aunque seguía su vida artística por razones económicas trabajó pintando en una serie de fábricas pintando: aretes, ornamentación, y objetos de decoración, además ensamblando radios.
Al tener su primera hija encontró su mejor trabajo, aunque le pagaban un salario mínimo, era reconstruyendo pinturas modernas al estilo de otros pintores conocidos a la orden de decoradores en Karl Mann Associates.